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Show 154 en los aiios ome accttl, especialidall particular de los mexica, y enteramente njena a los acolhua; y :fi.nalmente, porque se ocupan desde su principio llasta su fin de la historia de Mexico, y sola.mente por accidente de alguna. parte de la de otros pueblos: as1 trata de Oulhuacan desde la batalla de Ohapultepec basta los primeros reyes de Tenochtitlan; de Tlatelulco en lo referente ala guerra con los tenochca; y Ele Netzahualc6yotl y Netzahualpilli reyes de Texcoco, en aqnello en que tuvieron parte activa como aliados y amigos de los mexica. De estos se ocupa clesde su salida de Ohicomoztoc basta la fundacion de Mexico, sin que se refiera ala fnndacion de otra ciudad. La peregrinacion que le da principio es lade los azteca, y conocidas sus estancias: salen de Ohicomoztoc, llegan a Michuacan, estan en Ehecatepec, Tzompanco, PautitlaD, todos lugares conocidos y comnnes a los otros geroglHicos de la peregrinacion azteca; y finalmente, el desastre de Ohapultepcc tambien se consigna, lo que hace palpable que del viaje mexica se trata solamcnte. En efecto, en la pa.g. 101 del tomo 2~ de 1a coleccion de Lord Kingsborough, en el aiio mne acatl en que enccndieron el fuego nuevo, se vc derrotados a los azteca y llevados prisioneros por los culbua, y en la parte superior de la misma lamina, se contempla a los vencedores conduciendo ala presencia del roy de Oulhuacan, ca.utivos y desnudos, alrey Huitzilfhuitl, a Xochfpan y a Ohima1ax6- chitl. Este solo dato, tan prcqiso y tan conforme con toclo lo que de la peregrinacion azteca hemos refcrido, basta para demostrar que de ella y nada mas de ella se ocupa. el c6dice Vatica.no. Pues bien, las estancias que siguen a este suceso en dicho coclice, son Tlachco, Amoxtitlan, Ixtacalco y Temazcaltitlan, las mismas que preceden en el gerogllfico de Sigiienza ala funclacion de Mexico, y a las que sigue en el c6dice Vaticauo Ia pintura de Tenochtitlan en modio clellago, ya gobernada por su primer rey, y enviando su tributo a los tepaDeca, cuyo dominio reconocieron al establecerse. Toclo esto demuestnt tambien que ala tira del Museo le f<1lta unicamente una pequeiia parte, y que conclufa. coD ln. fundacion de Mexico. Pero en donde encontramos la prueba incontestable de esto, es en el c6dice de Mr. Aubin: en el Ia peregrinacion azteca es igual ala de la tira del Museo; comienza.n ambas en el mismo aiio ce tecp(ttl 1116, cousignan los mismos sucesos, y solamcnte en cl priDcipio hay la cliferencia de una estancia, y unicamente en las primeras estancias varfa algo el numero de aiios de elias; pero clesde la tercera estancia, en T6llaD, los lugares de deten cion son absoluta.mente los mismos, y se puedc dccir que la cronologfa, desde Tzompanco basta Olla.pultepec y Oulhuacan. Pues bien, si estos dos geroglfficos son en todo iguales, es logico suponer que a la tira del Museo le falta unicamente lo que tiene el c6clice de Mr. Aubin desde los 155 • sucesos de Oulhuacan basta la ftmdacion de Mexico, es decir, una estancia de un aiio en Mexicaltzinco, una de cuatro en Nextfcpac, una de dos en Ixtacalco y otra de uno en Temazcaltitlan: por lo que podemos afirmar que a la tira del Museo solamente le faltan unas pulgadas que comprendfan el corto perfodo de ocho aiios, despues del cual terminaba con la fuD< lacion de Mexico. Volviendo ala tradicion y ala guerra· de Xochimilco, dejamos a los mexica victoriosos presentando al rey Ooxcox las orejas de sus prisioneros. Oontinnemos con la relacion que en mexicano escribi6 el interprete del c6dice de Mr. Aubin, la cual tieno adema.s el interes de ser aun ineclita. Dice asf: "Los Mexicanos se maravillaron de esto, y no qnisieron presentar a.l Rey los cnatro cautivos que llevaron vivos. (En el c6dice estan pintados los cnatro cautivos atados por un cordel entre el ?JUteltlthuitl y el chirnctlli sfmbolos de la guerra). En seguida construyeron sn altar de tierra alia en Tizapan. Luego que lo construyeron fnm·on a decir al Rey: "Senor nuestro, boy es preciso que deis valor 11 honreis nuestro altar con "alguna cosa .apreciable." Oontest6 el Rey cliciendo: "Muy bien; habGis "merecido mucho; vayan los sacerdotes a honrar vuestros altares." Lucgo avisaron a los sa.cerdotes diciendoles: "Icl a decorar el alta.r con inmun" dicias, maraiias de cn.bellos y caiia.s ma.guyadas y rotas;" lo que verificaron ala media noche. Los Mexicanos dijeron: "Observemos con que "bonra.n nuestro altar." Mas luego que vieron que lo ba.bian inaugnrado con inmundicia se entristecieron mncho, y tanto mas cuanto qne con ella honraron el altar. (Aquf esta pintado en el c6dice el teocalli.) Por lo que se cleterminaron a desbaratarlo los mismos MexicaDos, honrandolo con espinas y verdes yerbas de ctcx6ycttl." Este es, sin duda, uno de los momentos mas hermosos y mas decisivos de la bistoria de los mexica, y en el que se preve su fntnra grandeza. Humillaclos y siervos despues del desastre de Ohapultepec, recuperaban sus perdiclas fuerzas y esperaba.n en silencio. La guerra do Xochimilco, ala. que ma.rcharon sin arroas ni escudos les bizo comprender que habla.n recobrado el poder antigno; su ' . primer pensarniento fue pa.ra su dios, quisieron que lo honmse el m1smo rey de quien eran siervos, pero este, sin comprcnder lo qU:e ya vallan otra vez, les hizo la mayor de las injurias, afrent6 a su dios ensuciando su al· tar coD inmundicia; los mexica la arrojaron, y en sulugar pusieron las espinas del sacrificio y las ramas del triunfo: ya sabian ellos que los pueblos que se sacrifican por una idea, tarde 6 temprano alcanzan ln. victoria. "Luego, continua el interprete, que concluyeron, fueron a convidar al Rey. Habiendo llegado este, se pnso a ver sacrificar a los cautivos, empleanclo en ellos el quetzaltlapctnecayotl (parece ser el rajador), cl xi·uhchi?nalli (rodela |