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Show 26 toria y los agiieros de los mexicanos, y de el dependfa toda la jnventud de aquel pueblo; el a sn vez estaba bajo la dependencia del Mexicateohttatzin, quien ademas tenia el poder inmenso de designar, precisamente de entre los que bajo su vigilancia se educaron en el Oabnecac, a los que debian ocupar las clignidades del sacerdocio y del imperio. ~Que era el poder del rey ante ese sa,cerdote que le imponia a su antojo a todos los magistrados y funcionarios1 Puede decirse, pnes, que la dignidacl del Mexicateohuatzin em la segunda en el sacerdocio, y solo inferior en jerarqnfa al Teotecuhtli: puede decirse mas; que este era el corazon del sacerclocio, pero aquel el cerebro. Dignidades de otrajerarqufa habfa tam bien en el sacerdocio: tales el'an, el OJnetochtli, gran sacenlote de Te::catz6nccttl, dios de la bebida, que presidia a otros cuatrocientos sacerdotes llarnn.dos centzontotochin; los sacerdotes de Centeotl, la diosa del mafz, que vivfan en aynnos y penitencias vestidos de pieles de :fieras, y tenfan por mision escribir en geroglLficos las bistorias; los nwnaMhxiLthctttthque qne pn.saban austerisima vida; y llabfa aun, el ?neloncoteohua, los chiconnahtutcatl, el aternpanteohttdtzin, el tecanmanteohua, el tezcatzoncatlonwtochtli, el ometochtliyauhquem,e, y otros mnchos que scrfn. largo ennmerar. Si se agrogan los servidores de los templos, desde los moznelos empleaclos en la limpieza, las vfrget1es que en ellos habitaban, guardadas segun la expresion del cronista, no por puertas, sino por severas ancianas por dentro y por viejos cuidadores por afuera, y los innumerable eclucandos que del sacerdocio clependfan, tenclremos a. este abarcando bajo su clominio una gran parte de la poblacion. Pues todavfa otra gran parte venia a clepcnder del sacerdocio: los que se dedicaban a su mantenimiento. Ya hemos visto que en toda ceremonia se le hacfan ofrendas; pero estas no basta ban. Los mozos del Telpucltcctlli llcvabanles madera y lefia de los montes, les construian sus edificios, salfan a pedir limosna de comestibles, y {mn hay cronista que afirma que cmwclo nada les daban, tenian derecho de arrancar de los campos las mazorcas de mafz para el sustento de los s::werdote~:~ del templo en que servia. n. Segun Torquemada, los templos tenfan gran cantidad de rentas, comenzando por las primicias de los fmtos del campo, y teniendo ademas en propieclad campos y heredacles para el sustento y para la fabrica y reparacion de los temp los. Ouenta que en dicbas tierras habfa gran numero de vasallos de dichos temp los, que las cnltivaban; mh~ntras que otros contribnfan COD vestidos y mantenimientos. Pueblos llabia cledicados a esto; y le llama la atencion al cronista la cantidn.d de len.a que entregaban, segun el vi6 en una pintura, y que ora necesaria para tanto brasero y hoguera que perpetuamente ardfn. a los dioses. Fuera de los templos se construfan 27 gr·andes trojes para guardar las semillas. Los reyes cuidaban de aumenta, r estas rentas; y en esto se distingui6 mucho Motecuhzoma. Yo creo para mf, que de los pueblos conqnistados, una parte quedaba tributaria del templo, como otra parte lo quedaba del rey; y de esto hay indicios en las cronicas. Y para mi hay evidencia, pues en la coleccion de Lord KingsborouglJ existe un c6dice geroglffico, del cual nadie que yo sepa se ba ocupado, y que no es mas que ellibro de los tributos que se daban al templo. .Asi como habfa nn libro de los tribntos que se pagaban al roy, el cual original esta en el Museo, y roprodujo el arzobispo Lorenzana en su edicion de las Om'tas de Cortes, y mas tarde el mismo Kingsborougb en el c6dice Mendocino, y en el se detallan los objetos y los pueblos contribuyentes; de la misma mauera en el del templo, especificanse, ya elm1mero de vi gas 6 de puas do magney para el sacrificio, ya el copalli 6 las mantn. s que se daban. De rentas tan grancles nacia el poder snst~ntar tantos templos, y el hacer en ellos tan suntuosas solemnidades. Y no puede caber clnda de que semejante pompa fne parte para cautivar la imaginacion del pueblo y snbyugarlo mas. Las inmensas y vistosas procesiones, los canticos sagrados, el 16brego son del huehttetl y del teponaxtli en la mitad ue la nocbe; las dilatadas y lnjosas clanzas sagradas; los coros de las vfrgenes que como blancas visiones atravesaban los patios {t la luz de la. luna, menos pura que elias; y basta la vida misteriosa y de pcnitencia de los teopixque, que cuidaban segun el c6dice Ramirez, de clavar sobre las almenas las pua,s con que se sacrificaba1i para que el pueblo las viese; y sus abluciones en el ezapan; y sus trajes severos; y sus rostros negros y relucientes como la obsidiana; todo debfa contribuir a afirmar mas y mas la supremacb del sacerdocio. Poro no olviclaron los sacerclotes que el pueblo se les podia escapar de las manos, si no sabfan aprovecbar su valor indomable: razn. esencialmente gnerrera, temida por don do qui era y de toclos hulda con espanto, no pod fa ser dominada, sino por quien de ese mismo valor biciera un poderoso instrumento. Es de suponerse que en sn estancia en T6Ilan, organizaron los azteca de nn modo clefinitivo su gobierno sacerdotal, pnes vemos en su peregrinacion, ya en el gerogHfico del Museo, ya mas claramcnte en el de Mr. Aubin, que inmcdiatamente despues de la destmccion de la ciudad tolteca, y en la primera fiesta del fuego nuevo, bicieron la guerra para tener victim as que sacrificar a sn dios. Los sacerdotes inventaron esa teofania, que convertfa la guerra y esplotaba el valor azteca en provecho tan s6lo del dios. Por eso era que al nacer el nifio, le ponfan en una mano un pequefio chimalli, y en la otra ln.s cuatro flechas del dios I·btitzilopochtli. |