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Show 30 f6siles de elefantes que se han descubierto en diferentes direccione&, y que corresponden a epoca tan remota, que no solamente ya no existfan restos de Ia raza en las epocas hist6ricas, sino que hasta sa recuerdo se habfa perdido; al grado de que los crouistas cspaiioles tuvieron esos f6siles por huesos de gigantcs. Y aun los mismos indigenas couservaban la fabula de· los gigantes quinametzin, primeros habitantes del pais: a quienes en un convite embriagaron y destrnyeron los ulmeca. El gerogHfico del c6dice Vaticano que representa el Atonatiul1, colaca {~ su pie Ia mu~rte de los qttinctrnetz'in, significandala con un gigante tendido y ya sin vida; y la ciencia modcrna da razones muy satisfactorias de que la existencia de los paquidermos debi6 tener par causa principal la rotnra de los continentes, es decir, el .A.tonatitth. Pruebas concluyentes son estas, de la antigliedad de los recuerdos y de las tradiciones, y par consiguiente de la antigiiedad de Ia raza nahoa. Si hubieramos decreer los anales geroglificos de sus soles 6 cataclismos, ellos solos abrazarian nn periodo de mas de 18,000 aiios; pero ni sabemos c6mo en el principia contaron esos pueblos sus aiios, y debe descoufiarse siempre de la cronolog(a religiosa, pues sabido es que los sacerdotes de todas las nacioncs de la antigliedad, por vano orgullo dieron miles de alios de existencia a sus dioses. y tampoco debemos dar credito a la cronologia de los cronistas espaiioles, pues estos, con un espiritu cristiano y queriendo concordar ciertos hechos de la historia de los indios ·con algunos semejantes del relato biblico, acortaron extremadamente los periodos sin dar siquiera las causas de esa variaoion. Por fortuna existen monumentos que resuelven cuestiou tan importante, y que dan de antigiiedad ala raza nal10a una cifra de aiios casi igual a la que para la raza cofta dan los monumeutos egipcios. L CuMes pudieron ser las ideas religiosas de aquella mza primitiv~t 1 & Pudo alcanzar desde luego la existencia de un solo Dios ¥ Evidentemente que no. Los pueblos primitivos, como el niiio al nacer, no pudieron tener otra ciencia que el instinto de su conservacion. Encontraronse como lauzados en medio de la tierra sin abrigo y sin amparo, y cuanto los rodeaba era un elcmento de clestruccion. No sabian fabricar un techo que los librase de los rayos del sol, de la lluvia de los cielos y del fuego de las nubes; y nubes, sol y cielos fueron sus primeros enemigos, ybuscaron por habitacioulas cavernas ad6nde el sol no se asomaba y desde donde no se veia el cielo. No sabfan vestirse; y el aire, el calor, la llu via y las uieves, eran para ellos otros tantos enemigos de muerte. No sabfan hacer procluctiva {t, la tierra, que en sus erupcioncs vamitaba sobre ellos grani: r.a.das de pei\.ascos y toneutes de lava arcliente, y encmiga tam bien era la 31 tierra. Aire, agua, fuego y tierra eran sus mortales enemigos. El rio que mas tarde debfa mover sus molinos y regar sus campos, y ser comunicacion f{tcil para su comercio, era sin puentes lecho de muerte y corriente que s6lo arrastraba cadaveres. No poclfan sustentarse sino de los frntos de los arboles, y al ir a tomarlos, se encontraban con la escondida y venenosa serpiente 6 con el feroz tigre que iba a atacarlos en sus mismas cavernas. Figuremonos a la humauidad pobre, clesnuda, hambrienta, debil y angustiada, sin uu vestido que cubra sus miembros, sin un techo que abrigue su frente, sin un manjar que poner en sus labios; azotada por el viento y por la nieve, aterida de frio, y sin una luz que alumbrase sus pavorosas veladas, viendo tan s6lo entre temor y espanto asomarse {t, la entrada de su gruta los ojos fosforescentcs de Ia :fiera que iba {L desgarrar sus miembros y a devorar {t, sus ticruos hijos; & y pudiera crcerse por un momenta que esos seres miserables l1abfan de levantar su espfritu abatido {~ pensar en un Dios, ft crear la mas sublime de las ideas quo babitan en el cerebra humano, y en la b6Yeda, del firmameuto ese otro cerebro del infinitof Tanto serfa pedir que en medio de las tinicblas de Ia nocbe bratara el sol esplendoroso. No; la historia de la humanitlad tiene una 16gica inflexible. Ouando encuentra un obstaculo, lo primero es vencerlo; y en eso emplca ante toclo sus fuerzas fisicas y sus fuerzas intelectuales. Frotar dos palos uno con otro para hacer fuego y luz: y de aqu1 tener al fuego como su primera divinidacl; y hacer de este hecho Ia primera y mas solemne festividad de su ciolo; y hacer del fuego el senor dios del aiio. Tomar la piedra misma que el volcan habfa arrojado para destruirla, y h::wer de la piedra lanzas y flecbas para defenclerse de las fieras, y al matarlas encontrar su carne para alimentarse y sus pieles para vestirse. Vencidas las ficras, sale de las cavernas, recorre sitios pintorcscos, ve diferentos objctos y segun ellos, se multiplican los nombres y forma el idioma.. Ocupa el terreno y construye la cboza y labra la tierra. Y ent6nces su esp1ritu se Ianza a otras ideas y a otras regiones; su alma babla y crea sus <Eases. Acaso se fija para sus diviniclades en los mismos monst,ruos de la ·tierra, y son animales 6 plantas sus primeros dioses, como sucedi6 con la raza monosiUibica primitiva antes de los nahoas, yen el Egipto, en el quo pt3rsisti6 la primera acloracion de los animates aun despues del adelanto de su religion; 6 acaso, mas levantada de ti,nimo se eleva a los astros, como los nahoas, y de ellos forma sus dioses; pero nunca comprende al Dios, si?o despues de nn l.argo periodo de progreso moral e intelectual, que neces1ta trascurso de s1glos para su desarrollo. Si los egipcios llegaron a alcanzar ese conocimiento, Io ocultaron en el santuario de sus templos; y cuando el hierofante Orsasiph, DURAN.-'roM. Jl.-.A.P. |