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Show RIVERA These Hispanic New Mexicans were sheep and cattle ranchers or farmers, living cióse to the land and their Nati ve American neighbors. A cohesive culture developed through their common language, religión and social valúes. Because of the isolation from México and the influence of nearby Native American cultures, the Spanish settlements of Northern México developed social patterns unique from their Mexican and Latin American cousins. However, through the extensive travels of the Catholic monks, links to other cultures and countries were sustained. In this isolation, New Mexicans developed a gracious lifestyle. The first settlers arrived in 1598 along with their strong belief and faith in Catholicism. The first priests who served as missionaries in New México in the 1600s were Franciscan. Their teaching of generosity and humility influenced generations of New Mexicans who upheld these valúes and practiced them on a daily basis. Entire New Mexican villages were often populated with one extended family. Because of their isolation, they developed skills in crafting everything from household goods to farm and ranching equipment. They also developed art forms that are unique to their región. Families built sanctuaries and shrines in their homes in observance of religious beliefs. Santos, carved wooden statues of religious figures, be-came part of the home altars. Special corridos, religious ballads, also evolved. These lengthy songs were a combination of oral history and religious doctrine, sung by a processional of men as they walked great distances. These processions would take place during a wake or a religious holiday. Hundreds of men, using hand-written hymnals, would walk and sing. Those who remember these processions, remember what a sense of community they created. Daily life incorporated the Christian valúes taught through the missions. Work was often done on a cooperative basis and through systems of barter and the villages evolved into cooperative, classless societies. Visitors were offered food and drink, and families were judged on their Virginia Chavez Velasquez and her family were among those who left northern New México during the 1940s and 50s for work in Utah. In 1952, after receiving word that her husband had found work on a ranch near Woodruff, she packed her car and joined him here. Like many musicians, Mrs. Velasquez played only at home. Her repertory included polkas and waltzes though she preferred to play ballads. Courtesy of Rosina Velasquez de Chavez. Estos nuevomexicanos hispanos fueron borregueros, ganaderos o agricultores, muy allegados a la tierra y a sus vecinos indígenas. Se desarrolló una cultura coherente por medio de su idioma, religión y valores comunes. A causa de la gran distancia que los separaba de México, y por la influencia de las culturas indígenas circunvecinas, las poblaciones hispanas del extremo norte de México desarrollaron sus propias estructuras sociales distintas de las de México y de las otras culturas de la América española. Sin embargo, a través de los contactos por medio de los frailes católicos, se mantuvieron los vínculos con las otras culturas y los otros países. En este aislamiento, los nuevomexicanos desarrollaron una manera de vida muy cómoda. Los primeros pobladores llegaron en el año 1598 trayendo consigo su fe católica. Los primeros sacerdotes que llegaron de misioneros a Nuevo México en el siglo XV fueron los franciscanos. Su prédica de caridad y humildad tuvo gran efecto sobre las generaciones de nuevomexicanos que sostuvieron estos valores y los vivieron en su vida cotidiana. Hubo pueblos enteros habitados por una sola familia. Por su aislamiento, desarrollaron habilidades en manufacturar todo lo necesario, desde los muebles caseros hasta las herramientas del campo. También desarrollaron artes típicas de su región. Las familias edificaban santuarios y altares en sus casas para el culto de la religión. Los santos, bultos religiosos labrados de madera, formaban parte de estos retablos caseros. Hubo corridos especiales, baladas religiosas; estos cantos fueron una mezcla de historia oral y del catecismo, cantados en procesión por hombres que habían caminado largas distancias. Estas procesiones se llevaban a cabo en los velorios o en las fiestas religiosas. Centenares de hombres, empleando cancioneros manuscritos, caminaban y cantaban. A los que recuerdan estas procesiones, los conmueve el sentido de comunidad que inspiraban. La vida cotidiana encarnaba los valores cristianos predicados por medio de las misiones. Con frecuencia, el trabajo se hacía en forma cooperativa y por medio del trueque y las aldeas llegaron a ser sociedades cooperativas sin jerarquías sociales. A la visita se le ofrecía de comer y de beber; a las |